Nos pusimos en camino, acompañado por un alumno piloto y amigo hacia Castejon de Sos, deleitándonos como de costumbre de los hermosos parajes de este nuestro impactante y desconocido Pirineo, fue un viaje tranquilo y reconfortante, volando de mañana tienes la sensación de presenciar el despertar de un gigante apacible y perezoso, es como admirar un terreno virgen en estado puro, la paz te inunda te invaden sentimientos de alegría y reflexión, es como un viaje en el tiempo.
Por sus más de 300 valles el Pirineo nos deleita con su grandeza y su pureza, en algunos puntos se admiran construcciones del románico, es tal su conservación que esperas ver algún centurión de guardia ante estas construcciones o bien sorprende el uso que dan a estos restos, el ganado, montañeros guarecidos o algún que otro sarrio sorprendido.
La llegada a Castejon de Sos fue amena y el conocer nuevos compañeros de afición y profesión, reconfortante.
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Tras multitud de presentaciones, apretones de mano y relatos de anécdotas, teníamos la duda de quedarnos a comer o seguir volando y teniendo en cuenta que la visita fue en compañía de un alumno, decidimos regresar a nuestro campo de vuelo en las horas centrales del día, con lo que ello conlleva, turbulencias, viento térmico de valle, barlovento, etc, pudiendo así valorar las increíbles cualidades del autogiro con inestabilidad atmosférica, después de superar esas cosillas y con nota (ahora que no nos oye), llegamos a Coscojuela del Sobrarbe (Ainsa).
Conservaremos para siempre en lo más profundo de nuestro ser, esas imágenes que por mucho que repitas nunca son las mismas y mas mirándolo con la perspectiva de un alumno piloto, que lo admira por primera vez reflejando en su mirada ese brillo de satisfacción e incredulidad que aportan los primeros vuelos.
Hasta pronto,
Rafael
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